jueves, noviembre 01, 2007

La inocencia cruel de un oído sin domesticar


Misión: formar a mis hijas en La Música Que Importa. Introduzco subrepticiamente en el MP3 de Valentina, infestado de Hannah Montana, Conchita y High School Musical, una copia de Across the Universe, de los Beatles. Valen tiene hace tiempo ya a Let It Be, Help! y Hey Jude entre sus canciones favoritas, y es hora de expandir su conocimiento con la primera canción indie de la historia.

Como quien no no quiere la cosa, le comento que he puesto en el MP3 una nueva canción y que tal vez le interese escucharla. Para dismular, también le he cargado Stayin' Alive, de los Bee Gees, porque me ha comentado que una de sus amigas la canta siempre en los recreos, lo que me da pie para una pequeña clase sobre el surgimiento de la música disco. A veces me siento como el falso profesor que interpreta Jack Black en School of Rock, dando cátedra de música popular a niños de 10 años, adicto a la hipérbole, conciente de su ridiculez pero irreprimible. Valentina ni siquiera tiene la edad de los chicos de esa película, y ya vive sumergida en un mundo de melodías sin domesticar, donde Ashley Tisdale convive en un pie de igualdad con los Kinks, donde Ashley Tisdale pasta apaciblemente al lado de Belle and Sebastian y The Magnetic Fields despliega sus alas ante la mirada tranquila de Hilary Duff.

Al día siguiente, el veredicto de Valentina sobre Across the Universe es: "La escuché. Me gusta". Pido detalles. "Bueno, me hace acordar a una de Floricienta". Desde que te vi. La más imprevisible de las IPNP que he registrado en la historia de Mal de Ojo. Más que Miguel Abuelo y Winnie Pooh. Me quedo pensando. No está mal. Ya me habían llamado la atención los cambios de acordes en las canciones de Cris Morena que escucho bajo protesta en los viajes familiares en coche. Qué cruel es la inocencia. Los caminos de la música son inescrutables.